La calidad en el sector de la edificación

La creciente exigencia de calidad, tanto de los productos como de los servicios, no es ajena al sector de la construcción. Esta demanda del mercado obliga a los promotores a ofrecer productos competitivos, donde la relación calidad – precio es cada vez más atractiva para el cliente o usuario final.

Calidad no significa necesariamente lujo. No hay que caer en el error de que la calidad es cara, porque toda inversión en este capítulo, sea grande o pequeña, resulta, sin lugar a dudas, rentable para el empresario. Lo que sí resulta caro es el precio que debemos pagar por la no – calidad.

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Aunque son muchas las aproximaciones al concepto de calidad, podríamos definirla como la perfecta adecuación al uso, el cumplimiento de la función y satisfacción del cliente, que debe proporcionar un producto o servicio determinado. En edificación se debería añadir además el concepto de durabilidad, esto es, el mantenimiento de las propiedades y características durante un determinado periodo de tiempo.

Durante el proceso productivo, es decir, durante la elaboración y posterior ejecución de una edificación, se realiza un control al objeto de garantizar la calidad del futuro producto. De esta forma, podríamos afirmar que el proceso está controlado cuando la variación de la calidad del producto sólo se puede atribuir al azar y no a causas identificables.

Así, el control de calidad es el conjunto de técnicas y procedimientos que permiten garantizar que la obra que se pretende construir cumplirá con los objetivos asignados de seguridad, funcionalidad y durabilidad, en definitiva, con el nivel de calidad fijado.

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Por otra parte, el seguro es, sin duda, otro elemento importante en aras de la consecución de los objetivos de calidad y seguridad citados. Para posibilitar el establecimiento de pólizas con unos niveles de riesgo aceptables, es necesario que se realice un control de calidad por parte de una entidad independiente que, revisando el proyecto e inspeccionando la ejecución, pueda garantizar el cumplimiento de los objetivos y asegurar el proceso.

Así, podemos concluir que el comprador de la vivienda es el gran protagonista y beneficiario. En muchos casos es el fin del proceso por sí mismo y también será beneficiario de la calidad pero, también, será el sufridor de la no – calidad.

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