Teniendo en cuenta las premisas indicadas en el post que recoge la primera parte de este artículo, hemos de decir que toda intervención en el medio ha de estar en perfecta consonancia con las infraestructuras construidas tanto para producir una perfecta integración con ellas o como elemento diferenciador para el futuro con objeto forme un símbolo en sí mismo y una referencia clara.
Para concretar lo que estamos intentando explicar pondremos un ejemplo concreto. Los ríos, como elementos naturales, conforman el territorio. Pero en determinados puntos del mismo, donde las características de una determinada cuenca así lo permiten se puede construir una presa que dará lugar a un embalse que, además de cumplir su misión o misiones específicas, va a dar lugar a una “lago” artificial que va a cambiar radicalmente la forma del entorno hasta el punto de convertirse en referencia clara del mismo conformando un espacio diferente con características propias.
Luego vemos como la presa en sí constituye un signo que es referencia del lugar donde se ubica y junto al embalse cambian radicalmente el medio.

Desde esta escala global, vamos descendiendo deteniéndonos en todos los detalles hasta llegar a lo más particular.
Al igual que determinadas obras de ingeniería, como la que ha servido para ilustrar el ejemplo anterior, puede señalizar el entorno, por la propia repercusión y simbología que tienen en sí mismo, el propio patrimonio natural. Es algo que cumple una misión similar por lo que es obligado estudiarlo, entenderlo y ponerlo en valor de forma que se pueda aprovechar, no sólo para enriquecer el acervo sino también para fomentar el desarrollo de una determinada zona desde el punto de vista social y económico a raíz de la riqueza patrimonial desde el punto de vista natural que posea.
Podemos comprobar, que determinados elementos naturales o figuras del propio paisaje conforman en sí mismos signos que caracterizan al mismo y sirven de referencia clara del entorno en el que se ubican.

De igual forma, recordamos, como los proyectos y obras pueden llegar a convertirse en símbolos plenamente identificativos de un determinado lugar como el ejemplo citado con anterioridad en el que una presa y el embalse correspondiente se convierten en un símbolo del enclave en cuestión.
Citando también como referencia el Arte Ambiental y, como caso particular, los principios expuestos en la corriente de los años 60 denominada Landart, caracterizado por la búsqueda de nuevos formas, modelos y conceptos así como un interés especial por la experimentación “in situ”, para entender una escena como paisaje hemos de verla en su conjunto de forma que, a medida que nos aproximamos a ella y se tiende a su individualización, va perdiendo parte de su sentido.
Es por ello que es más fácil entender el significado de un determinado elemento, que podemos considerar como señal si lo vemos en el conjunto del entorno donde se ubica, que si tendemos a individualizarlo y aislarlo del mismo, de forma que es probable que perdiera el carácter propio de señal que le habría sido conferido.
Luego, hemos de contar con la gran cantidad de factores que intervienen entre los que podemos citar, por supuesto, la complejidad del propio proyecto y otros conceptos como la superposición de valores y funciones en el espacio y el tiempo.
Como conclusión a lo comentado, la señalización y, en definitiva, las señales en sí pueden ser de índole muy diversa. Por tanto, es importante conocer aquello que queremos trasmitir, estudiar el observador, desde todos los puntos de vista, tanto el que observa la señal en primera persona, como otros agentes que puedan intervenir en la escena.
Resulta fundamental que el objeto o elemento que aporte la información sea lo suficientemente adecuado como para trasmitirla de forma eficaz. Como podemos observar, intervienen una serie de factores.
Por una parte, actúa de forma determinante aquello que debe dar la información, esto es, la señal en sí. Ahora bien, en función de aquello que se quiera trasmitir, el ámbito en que nos encontremos, el tipo de observador, se puede estudiar un tipo u otro hasta dotar a la escena del verdadero sentido que se pretende lograr.
Todo lo reseñado es aplicable al observador, en nuestro caso, el estudiante de enseñanzas técnicas que realiza una visita para estudiar un objeto concreto en un enclave determinado y la multitud de recorridos que se le ofrecen, muchos de ellos perfectamente señalizados por lo que podríamos llamar “señales convencionales”, entendiendo por éstas aquellas las que por su diseño y significado responde más al modelo al que estamos acostumbrados y, en un primer momento, identificamos, pero, a la vez, nos encontramos con elementos del propio paisaje que son símbolos en sí mismos y, por tanto, se convierten en signos de referencia que, a su vez, permiten la señalización del entorno.
Bibliografía recomendada
- Bertrand, G. “Paisaje et geógraphie physique globale”. Revue Geógraphique des Pyrénés et du SuOuest. 39 (3) : 249 – 272
- Español Echaniz, Ignacio. “Paisaje. Conceptos Básicos”. ETS de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de Madrid. Madrid. 1995
- Gómez-Vargas, Juan Carlos. “La Señalización del Entorno”. CSV. Granada. 2003
- Gómez-Vargas, Juan Carlos, Avilés López, Joaquín. “Influencia de la recuperación de la red de caminos rurales en el paisaje y sus consecuencias en la ordenación territorial”. I Congreso Paisaje e Infraestructuras, Sevilla. 2006 : 193 -198.
- Motloch, J.L. “Introducción al diseño del paisaje”. Van Nostrand Reinhold. Nueva York. 1991
Nota informativa de la publicación: La comunicación completa, así como otras relacionadas de interés, se pueden revisar en la documentación disponible de las “II Jornadas de innovación docente y adaptación al EEES en las titulaciones técnicas”.
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