En diversas entradas de nuestro blog hemos comentado como los proyectos y obras influyen en el desarrollo y en el paisaje de un determinado entorno tanto en ámbitos urbanos como interurbanos. Valga como ejemplo el artículo dedicado a la ciudad malagueña de Ronda y, en particular, a su singular puente o, más generalista, el que versaba sobre como son elementos identificativos y de señalización del entorno y del paisaje.
En la entrada que se desarrolla vamos a profundizar en este tema enmarcándolo en Valencia y como las obras de ingeniería han transformado su paisaje urbano y han influido en el desarrollo de esta ciudad levantina.
Para no extendernos mucho en el tiempo situaremos el contexto a partir de la gran riada que tuvo lugar el 14 de octubre de 1957 que a su paso por la ciudad provocó cuantiosos daños materiales y lo que es más grave, la pérdida de 81 vidas.

Haciendo un poco de historia, señalaremos que Valencia fue fundada en el año 138 d.C. en las inmediaciones del río Turia y próxima al mar. Su emplazamiento, como otras ciudades construidas en la llanura aluvial, hace que la principal fuente de vida sea el propio río pero a la vez se vive en peligro continuo de una esporádica crecida que puede causar daños de envergadura y, en la mayoría de los casos, irreparables.
Es por ello que Valencia siempre ha convivido con esta espada de Damocles elaborando y desarrollando obras de ingeniería que han condicionado el paisaje a través del tiempo.
Pero por la gravedad y consecuencias de la citada ridada de octubre de 1957 se plantea y ejecuta el desvío del cauce del Turia trasladándolo al sur de la ciudad desde Cuart de Poblet hasta el Mediterráneo. Para ello se proyecta el llamado Plan Sur con una capacidad calculada en 5000 m3/s.

Evidentemente, una obra de esta envergadura condiciona el crecimiento y evolución de Valencia y reconfigura el paisaje urbano.
La primera consecuencia es qué hacer con el inmenso territorio ocupado por el antiguo cauce del Turia al que se debe dotar de un nuevo uso.
Con buen criterio se decide recuperar el espacio para la ciudad creando el Jardín del Turia, el mayor parque de los que existen en España con una longitud superior a los 7 kilómetros.

No se inaugura hasta 1986 y llama la atención el lapsus de tiempo desde la riada en 1957. La razón es que no siempre se pensó en un gran espacio verde y originalmente las soluciones planteadas no eran tan sostenibles.
Este lugar acoge espacios tan variados como puede ser el Parque Gulliver, el Palau de la Música o la Ciudad de las Artes y las Ciencias y se ha convertido en un símbolo de la ciudad como en otro momento fuera el propio río.

Se trata de un ejemplo de como la circunstancias pueden generar espacios que mediante criterios sostenibles puede mejorar el entorno.
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